Planteamiento del problema y justificación
¿Qué investigamos las mujeres? ¿Qué nos palpita en el cuerpo y la palabra? ¿Qué epistemes nos desterraron de las humanidades y las ciencias? ¿Cómo ocupamos el espacio y tejemos trayectoria? ¿Cómo nos regresamos a la bruja y abortamos las distancias? ¿Con quién nos encontramos cuando hacemos una tesis? ¿Cuáles son nuestros métodos y dónde están nuestras teorías? ¿Cómo dejamos de regurgitar al autor prominente y nos leemos entre nosotras? ¿Cómo teorizamos y accionamos desde la subalternidad y la rabia?
(Rojas, 2022)
Este proyecto doctoral se posiciona desde una revisión crítica de la producción de conocimiento científico, en diálogo con perspectivas contemporáneas que cuestionan la pretensión de objetividad y neutralidad (Haraway, 1988)1, y que proponen una visión contextualizada y encarnada del quehacer científico. Desde esta postura, mi investigación busca analizar algunas tensiones que atraviesan las subjetividades en la experiencia académica: el distanciamiento o externalidad frente a las pulsiones de proximidad hacia las preguntas, lugares y apuestas de los fenómenos de estudio, y los paradigmas universalistas frente a la necesidad de pensar desde lo situado. Este enfoque requiere un especial cuidado por no profundizar una visión dicotómica2 o binaria3 de la ciencia y el género, para abrir espacio a formas de producción de conocimiento que acojan la complejidad y la posibilidad de lo sensible. La crítica a la apuesta universalista del conocimiento científico ha sido ampliamente trabajada por varios autores (Escobar, 2003); (Mignolo 2018), y especial, retomo la noción Castro-Gómez (2005), quien señala cómo entre los siglos XVII y XVIII, se consolidó un pensamiento que desplazó el conocimiento situado hacia la producción de saberes presentados como verdades universales y atemporales.
En línea con este enfoque, este proyecto propone como objeto de análisis la producción de conocimiento desde una visión triádica que articula mujeres, prácticas científicas y subjetividades atravesadas por lo emocional-afectivol4. Esta perspectiva permite explorar esos espacios o prácticas que son plenamente visibles y los que no, donde emergen formas diversas de pensar y producir conocimiento, entendiéndolo como lugar de cruce o de tensiones, o incluso, de posibilidad para desafiar las formas hegemónicas del saber académico.
Por ello, la producción de conocimiento científico no se concibe como una estructura fija, sino como un escenario, o varios, de prácticas situadas, atravesadas por tensiones, incertidumbres y procesos de reconfiguración. Desde esta perspectiva, la percepción que tienen las mujeres sobre su quehacer científico se vuelve fundamental, pues permite interrogar las formas en que se produce y se legitima el conocimiento en contextos que no son neutrales ni estables, y que históricamente ha mostrado una fuerte desventaja a nivel sexo-genérico (Fox Keller 1991).
Frente a la idea de estabilidad, me propongo considerar que las tensiones y los cambios son parte constitutiva de las prácticas científicas. En este marco, resulta relevante lo discutido por Kuhn (1971), y posteriormente repensado por autoras como Haraway (1988) y Harding (1993). En La estructura de las revoluciones científicas, Kuhn (1971) propone que la ciencia progresa mediante rupturas entre paradigmas dominantes, tras periodos de crisis, lo que valida que la práctica científica se moviliza de manera histórica. Sin embargo, los estudios propuestos por corrientes más contemporáneas, en particular desde los feminismos, indican que la práctica científica se tensiona no solo por las grandes crisis paradigmáticas, sino por prácticas cotidianas, relaciones de poder y experiencias situadas (Haraway 1988), que según Harding (1993) "llevan la marca de sus creadores colectivos e individuales" (p. 15).
También es importante aclarar que la producción científica, construida desde las practicas, se entiende como un proceso que avanza reconociendo y tensionando sus propias trayectorias, referencias, memorias y dinámicas históricas (Lucio Arias, 2010)5. En diálogo con Latour (2001), se cuestiona también la separación rígida entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias humanas y sociales, no como un objetivo central del proyecto aunque se pretende observar una gran diversidad de disciplinas científicas, sino como parte de una comprensión más amplia de la ciencia como práctica situada, relacional y en movimiento, que dialoga con visiones como las de Haraway (2017). De esta manera, el proyecto no se enfoca en profundizar en la discusión teórica sobre las estructuras disciplinares, sino que busca comprender cómo las prácticas científicas que desarrollan las mujeres en Colombia, se dan a partir de adaptaciones, entrecruzamientos, tensiones e indisciplinas que desafían o no lo hegemónico6.
Siguiendo la teoría de la estructuración de Giddens (1984), las prácticas científicas se comprenden como condición y resultado de las estructuras sociales que las producen. Estas estructuras no son fijas, sino que se actualizan, se reproducen y se transforman a través de la práctica, aportando una importante visión constructivista aunque otras teorías más actuales la controvierten (Barad, 2007). Aunque algunas formas normativas tienden a sostenerse en el tiempo, se encuentran permanentemente tensionadas por la agencia de los sujetos, lo que permite su reconfiguración, aunque muchas veces sea de manera lenta y desigual.
En este contexto, se explorarán las experiencias de las mujeres en la ciencia, considerando cómo sus trayectorias emocionales y afectividades se configuran dentro de estos marcos institucionales, y dentro de las asimetrías que aún persisten en la producción y circulación del conocimiento (Ruiz y León 2023). De esta manera, las mujeres son pensadas como sujetos de práctica, que conocen y por lo tanto generan un producto histórico, situado y contextualizado (Marx, 2006).
La práctica científica no se reduce a la aplicación neutral de métodos, sino que implica relaciones entre cuerpos, instrumentos (Latour, 2001)7, saberes y afectos. Esta mirada permite entender que múltiples escenarios relacionales participan activamente en su configuración. Las mujeres no ingresan a un campo predefinido, sino que transforman sus bordes, sus lenguajes y sus formas de legitimidad, pero también lo hacen en cooperación con la materialidad científica, teniendo como base las discusiones de Barad (2007) sobre la tensión entre el lenguaje, conocimiento y materialidad.
El gran servo teórico sobre este tema permite cuestionar la noción de una ciencia aséptica, desvinculada de la materialidad, de la subjetividad, la política y la emocionalidad8. Este enfoque implica abordar el objeto de investigación desde una doble perspectiva: por un lado, los datos cuantitativos proporcionados por las infraestructuras científicas (Leigh Star, 2002)9, y por otro, una perspectiva cualitativa profunda que vincule el análisis de las experiencias encarnadas10 de las mujeres científicas (Pérez-Bustos, 2019). Dicho análisis permite explorar cómo las mujeres interactúan con las prácticas de producción de conocimiento que median su trabajo, incluyendo instrumentos, herramientas, contextos, temas de estudio, productos y los supuestos naturalizados dentro de los paradigmas científicos. A través de este enfoque busco visibilizar tanto las dinámicas estructurales que operan en la ciencia como las formas en que las mujeres resignifican estas prácticas desde sus experiencias institucionales y emocionales.
La participación de las mujeres en la producción de conocimiento, no se agota en los resultados o productos finales como los artículos científicos, sino que se construye en las dinámicas cotidianas de interacción que configuran la práctica investigativa. Por esta razón el énfasis está en la investigación como proceso situado, en el que intervienen asuntos estructurales, pero también cuerpos, subjetividades y afectos.
Como investigadora propongo una triangulación entre lo que muestran las infraestructuras de producción científica desde la cienciometría, las prácticas concretas de investigación, y las formas en que las mujeres experimentan y significan su participación en estos procesos. Esto permite evidenciar que la ciencia no solo se organiza en niveles intelectuales o institucionales (Whitley, 2000), sino que está atravesada por relaciones sexo-genéricas (Fox Keller, 2001), que inciden en la configuración de sus objetos, métodos y en el reconocimiento de quienes participan en su producción. Así, este proyecto parte desde un campo de discusiones donde el género no se reduce a una variable de análisis, sino que se asume como una dimensión constitutiva de las prácticas científicas y de los marcos epistemológicos que las sustentan.
Finalmente, para analizar las prácticas científicas desde la experiencia de las mujeres, es importante considerar las condiciones propias del contexto colombiano. En este sentido, algunos estudios ya realizados en el país permiten comprender un marco de antecedentes históricos relevante.
Para el Laboratorio de Economía de la Educación (2025), la distribución laboral en la academia en Colombia sigue reflejando una marcada desigualdad de género. El documento reporta que las mujeres constituyen apenas el 40% del personal docente en instituciones de educación superior, pese a representar una gran mayoría de la población universitaria. Esta disparidad se agrava al observar los niveles jerárquicos: la mayoría de las mujeres se encuentra en cargos de menor estabilidad y prestigio, mientras que su participación en posiciones de liderazgo y en áreas estratégicas de investigación continúa siendo limitada. Estos datos, dialogan con los reportes estadísticos internacionales (UNESCO, 2023), que evidencian que la brecha de género en la academia persiste a pesar de los avances en acceso.
Algunos estudios, incluidos informes del DANE, CPEM y ONU Mujeres (2020), han documentado de manera recurrente las desigualdades estructurales que persisten en la academia. En este contexto, se destaca la necesidad de incrementar la presencia de mujeres en la docencia y en puestos de liderazgo, ya que estos roles actúan como incentivos simbólicos para atraer y retener a otras mujeres en las instituciones educativas. La subrepresentación no solo afecta la inclusión de las mujeres en los ámbitos académicos, sino que también limita su capacidad para influir en las agendas científicas, liderar proyectos clave y acceder a redes de colaboración estratégicas.
En un informe previo, el Laboratorio de Economía de la Educación (2021), advertía que una de las principales limitaciones para analizar las comunidades científicas en Colombia era la falta de datos actualizados. En ese momento, señala que la información disponible sobre producción científica en el país dependía en gran medida de las convocatorias esporádicas de Minciencias11, lo que dificultaba el seguimiento continuo de la participación de las mujeres en investigación. Contar con datos sistemáticos y actualizados, subraya el informe, permitiría fundamentar políticas públicas más efectivas para reducir las desigualdades en la ciencia y promover una mayor equidad en la investigación.
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Para Haraway (1988) el conocimiento científico no es un relato neutral de la realidad, sino una práctica retórica y situada, donde la objetividad se construye como una forma de poder. Desde esta perspectiva, la ciencia implica la producción de artefactos y hechos a través de actores que participan en un juego interpretativo. La verdad científica, por lo tanto, no es una representación transparente, sino una construcción que configura el mundo en objetos verosímiles. ↩
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De acuerdo con Stengers y Prigogine (2004), la ciencia moderna tiene implicaciones dualistas, "para la ciencia de Laplace, que sigue siendo en muchos aspectos nuestra ciencia, una descripción es tanto más objetiva cuanto más elimina al observador, cuanto más se realiza desde un punto de vista exterior al mundo". ↩
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Esto requiere un cuidado especial para no profundizar un enfoque binario que configura en los cuerpos e identidades expectativas socioculturales rígidas y naturalizadas. En este sentido, aunque las herramientas cuantitativas como la cienciometría son necesarias para el desarrollo del proyecto, en [estas, las categorías de género pueden simplificar o reforzar visiones reduccionistas]{.mark}. Como investigadora tengo el compromiso de problematizar estas categorías, especialmente en su dimensión teórica, sin asumir que la parte cuantitativa pueda superar completamente estas limitaciones. Esta reflexión se aborda de manera más profunda en la parte cualitativa de la investigación. ↩
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Las emociones y los afectos, entendidos como una fuerza que atraviesa cuerpos y materialidades. Para Braidotti (2015), los afectos circulan entre cuerpos, tecnologías y saberes. Así, la producción científica no es fría ni neutral, sino que tiene la capacidad de afectar y ser afectada. ↩
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Lucio-Arias (2010), propone que los cambios de paradigma en la ciencia pueden observarse como reorganizaciones, más que como rupturas totales. Cada nueva forma de producción, introduce una variación que puede reproducir o alterar el orden establecido, generando procesos de auto-organización dentro del campo. Desde esta perspectiva, el avance científico no es lineal, sino que implica una reflexividad constante porque se reordena trayectorias, referencias y estructuras previas en un movimiento que articula lo nuevo con lo heredado. ↩
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Se piensa esto bajo el supuesto de que existe una ciencia influenciada por unos modos de proceder y unas tradiciones que han sido por lo general masculinizadas. ↩
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Se sostiene desde Latour (2001), que nunca nos distanciamos de nuestro mundo ni lo contemplamos como un espectáculo ajeno. En este sentido, no existe una separación absoluta entre sujeto y objeto, sino una relación de implicación mutua que define nuestra experiencia del mundo. ↩
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Esta investigación no parte de una concepción esencialista de lo femenino ni de las mujeres, ni busca asociarlas con características como la emocionalidad o la subjetividad. Más bien, se interesa por cómo ciertas estructuras históricas, marcadas por relaciones de poder, permiten visibilizar dimensiones excluidas o desvalorizadas en la producción de conocimiento científico. ↩
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Un elemento fundamental en la práctica científica es la infraestructura. Leigh Star (2002), propone analizar los sistemas de información científica como infraestructuras de comunicación complejas, subrayando su papel en la circulación, organización y sostenibilidad del conocimiento, así como en la configuración de las condiciones materiales y sociales del trabajo científico. ↩
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A propósito del artículo de Pérez-Bustos (2019) "Mi tiempo ya no es mío: reflexiones encarnadas sobre la cienciometría". ↩
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En el caso reciente, pasamos de la convocatoria 894 del 2021 a la 957 del 2024, la cual está siendo fuertemente cuestionada en el contexto científico por fallas "graves" en el algoritmo de medición de investigadores, de acuerdo al artículo del El Espectador (2025) (https://www.elespectador.com/ciencia/segun-minciencias-errores-en-la-convocatoria-957-serian-por-una-falla-tecnica/)." ↩