Título y Resumen

Mujeres, prácticas científicas y el rol de lo emocional-afectivo en la producción de conocimiento.

Este proyecto doctoral busca contribuir a las perspectivas críticas de la producción de conocimiento científico, especialmente aquellas que cuestionan los supuestos de objetividad, neutralidad y universalidad, y que promueven enfoques situados, encarnados y diversos del quehacer investigativo. Desde esta mirada, la indagación propuesta se orienta a comprendercómo las mujeres científicas en Colombia, pertenecientes a diversas áreas del saber académico, participan en la producción de conocimiento a partir de experiencias atravesadas por dimensiones subjetivas-emocionales, así como por tensiones, adaptaciones y resignificaciones que subyacen la práctica científica, concebida en el proyecto, como proceso histórico, relacional y heterogéneo. La metodología incluye la triangulación entre el análisis cienciométrico y un enfoque cualitativo centrado en los significados que las mujeres asignan a su labor académica, además de un dispositivo interactivo y participativo de comunicación que permita interpelar al campo científico en torno a una reflexión sobre las emociones epistémicas.

Planteamiento del problema y justificación

¿Qué investigamos las mujeres? ¿Qué nos palpita en el cuerpo y la palabra? ¿Qué epistemes nos desterraron de las humanidades y las ciencias? ¿Cómo ocupamos el espacio y tejemos trayectoria? ¿Cómo nos regresamos a la bruja y abortamos las distancias? ¿Con quién nos encontramos cuando hacemos una tesis? ¿Cuáles son nuestros métodos y dónde están nuestras teorías? ¿Cómo dejamos de regurgitar al autor prominente y nos leemos entre nosotras? ¿Cómo teorizamos y accionamos desde la subalternidad y la rabia?

(Rojas, 2022)

Este proyecto doctoral se posiciona desde una revisión crítica de la producción de conocimiento científico, en diálogo con perspectivas contemporáneas que cuestionan la pretensión de objetividad y neutralidad (Haraway, 1988)1, y que proponen una visión contextualizada y encarnada del quehacer científico. Desde esta postura, mi investigación busca analizar algunas tensiones que atraviesan las subjetividades en la experiencia académica: el distanciamiento o externalidad frente a las pulsiones de proximidad hacia las preguntas, lugares y apuestas de los fenómenos de estudio, y los paradigmas universalistas frente a la necesidad de pensar desde lo situado. Este enfoque requiere un especial cuidado por no profundizar una visión dicotómica2 o binaria3 de la ciencia y el género, para abrir espacio a formas de producción de conocimiento que acojan la complejidad y la posibilidad de lo sensible. La crítica a la apuesta universalista del conocimiento científico ha sido ampliamente trabajada por varios autores (Escobar, 2003); (Mignolo 2018), y especial, retomo la noción Castro-Gómez (2005), quien señala cómo entre los siglos XVII y XVIII, se consolidó un pensamiento que desplazó el conocimiento situado hacia la producción de saberes presentados como verdades universales y atemporales.

En línea con este enfoque, este proyecto propone como objeto de análisis la producción de conocimiento desde una visión triádica que articula mujeres, prácticas científicas y subjetividades atravesadas por lo emocional-afectivol4. Esta perspectiva permite explorar esos espacios o prácticas que son plenamente visibles y los que no, donde emergen formas diversas de pensar y producir conocimiento, entendiéndolo como lugar de cruce o de tensiones, o incluso, de posibilidad para desafiar las formas hegemónicas del saber académico.

Por ello, la producción de conocimiento científico no se concibe como una estructura fija, sino como un escenario, o varios, de prácticas situadas, atravesadas por tensiones, incertidumbres y procesos de reconfiguración. Desde esta perspectiva, la percepción que tienen las mujeres sobre su quehacer científico se vuelve fundamental, pues permite interrogar las formas en que se produce y se legitima el conocimiento en contextos que no son neutrales ni estables, y que históricamente ha mostrado una fuerte desventaja a nivel sexo-genérico (Fox Keller 1991).

Frente a la idea de estabilidad, me propongo considerar que las tensiones y los cambios son parte constitutiva de las prácticas científicas. En este marco, resulta relevante lo discutido por Kuhn (1971), y posteriormente repensado por autoras como Haraway (1988) y Harding (1993). En La estructura de las revoluciones científicas, Kuhn (1971) propone que la ciencia progresa mediante rupturas entre paradigmas dominantes, tras periodos de crisis, lo que valida que la práctica científica se moviliza de manera histórica. Sin embargo, los estudios propuestos por corrientes más contemporáneas, en particular desde los feminismos, indican que la práctica científica se tensiona no solo por las grandes crisis paradigmáticas, sino por prácticas cotidianas, relaciones de poder y experiencias situadas (Haraway 1988), que según Harding (1993) "llevan la marca de sus creadores colectivos e individuales" (p. 15).

También es importante aclarar que la producción científica, construida desde las practicas, se entiende como un proceso que avanza reconociendo y tensionando sus propias trayectorias, referencias, memorias y dinámicas históricas (Lucio Arias, 2010)5. En diálogo con Latour (2001), se cuestiona también la separación rígida entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias humanas y sociales, no como un objetivo central del proyecto aunque se pretende observar una gran diversidad de disciplinas científicas, sino como parte de una comprensión más amplia de la ciencia como práctica situada, relacional y en movimiento, que dialoga con visiones como las de Haraway (2017). De esta manera, el proyecto no se enfoca en profundizar en la discusión teórica sobre las estructuras disciplinares, sino que busca comprender cómo las prácticas científicas que desarrollan las mujeres en Colombia, se dan a partir de adaptaciones, entrecruzamientos, tensiones e indisciplinas que desafían o no lo hegemónico6.

Siguiendo la teoría de la estructuración de Giddens (1984), las prácticas científicas se comprenden como condición y resultado de las estructuras sociales que las producen. Estas estructuras no son fijas, sino que se actualizan, se reproducen y se transforman a través de la práctica, aportando una importante visión constructivista aunque otras teorías más actuales la controvierten (Barad, 2007). Aunque algunas formas normativas tienden a sostenerse en el tiempo, se encuentran permanentemente tensionadas por la agencia de los sujetos, lo que permite su reconfiguración, aunque muchas veces sea de manera lenta y desigual.

En este contexto, se explorarán las experiencias de las mujeres en la ciencia, considerando cómo sus trayectorias emocionales y afectividades se configuran dentro de estos marcos institucionales, y dentro de las asimetrías que aún persisten en la producción y circulación del conocimiento (Ruiz y León 2023). De esta manera, las mujeres son pensadas como sujetos de práctica, que conocen y por lo tanto generan un producto histórico, situado y contextualizado (Marx, 2006).

La práctica científica no se reduce a la aplicación neutral de métodos, sino que implica relaciones entre cuerpos, instrumentos (Latour, 2001)7, saberes y afectos. Esta mirada permite entender que múltiples escenarios relacionales participan activamente en su configuración. Las mujeres no ingresan a un campo predefinido, sino que transforman sus bordes, sus lenguajes y sus formas de legitimidad, pero también lo hacen en cooperación con la materialidad científica, teniendo como base las discusiones de Barad (2007) sobre la tensión entre el lenguaje, conocimiento y materialidad.

El gran servo teórico sobre este tema permite cuestionar la noción de una ciencia aséptica, desvinculada de la materialidad, de la subjetividad, la política y la emocionalidad8. Este enfoque implica abordar el objeto de investigación desde una doble perspectiva: por un lado, los datos cuantitativos proporcionados por las infraestructuras científicas (Leigh Star, 2002)9, y por otro, una perspectiva cualitativa profunda que vincule el análisis de las experiencias encarnadas10 de las mujeres científicas (Pérez-Bustos, 2019). Dicho análisis permite explorar cómo las mujeres interactúan con las prácticas de producción de conocimiento que median su trabajo, incluyendo instrumentos, herramientas, contextos, temas de estudio, productos y los supuestos naturalizados dentro de los paradigmas científicos. A través de este enfoque busco visibilizar tanto las dinámicas estructurales que operan en la ciencia como las formas en que las mujeres resignifican estas prácticas desde sus experiencias institucionales y emocionales.

La participación de las mujeres en la producción de conocimiento, no se agota en los resultados o productos finales como los artículos científicos, sino que se construye en las dinámicas cotidianas de interacción que configuran la práctica investigativa. Por esta razón el énfasis está en la investigación como proceso situado, en el que intervienen asuntos estructurales, pero también cuerpos, subjetividades y afectos.

Como investigadora propongo una triangulación entre lo que muestran las infraestructuras de producción científica desde la cienciometría, las prácticas concretas de investigación, y las formas en que las mujeres experimentan y significan su participación en estos procesos. Esto permite evidenciar que la ciencia no solo se organiza en niveles intelectuales o institucionales (Whitley, 2000), sino que está atravesada por relaciones sexo-genéricas (Fox Keller, 2001), que inciden en la configuración de sus objetos, métodos y en el reconocimiento de quienes participan en su producción. Así, este proyecto parte desde un campo de discusiones donde el género no se reduce a una variable de análisis, sino que se asume como una dimensión constitutiva de las prácticas científicas y de los marcos epistemológicos que las sustentan.

Finalmente, para analizar las prácticas científicas desde la experiencia de las mujeres, es importante considerar las condiciones propias del contexto colombiano. En este sentido, algunos estudios ya realizados en el país permiten comprender un marco de antecedentes históricos relevante.

Para el Laboratorio de Economía de la Educación (2025), la distribución laboral en la academia en Colombia sigue reflejando una marcada desigualdad de género. El documento reporta que las mujeres constituyen apenas el 40% del personal docente en instituciones de educación superior, pese a representar una gran mayoría de la población universitaria. Esta disparidad se agrava al observar los niveles jerárquicos: la mayoría de las mujeres se encuentra en cargos de menor estabilidad y prestigio, mientras que su participación en posiciones de liderazgo y en áreas estratégicas de investigación continúa siendo limitada. Estos datos, dialogan con los reportes estadísticos internacionales (UNESCO, 2023), que evidencian que la brecha de género en la academia persiste a pesar de los avances en acceso.

Algunos estudios, incluidos informes del DANE, CPEM y ONU Mujeres (2020), han documentado de manera recurrente las desigualdades estructurales que persisten en la academia. En este contexto, se destaca la necesidad de incrementar la presencia de mujeres en la docencia y en puestos de liderazgo, ya que estos roles actúan como incentivos simbólicos para atraer y retener a otras mujeres en las instituciones educativas. La subrepresentación no solo afecta la inclusión de las mujeres en los ámbitos académicos, sino que también limita su capacidad para influir en las agendas científicas, liderar proyectos clave y acceder a redes de colaboración estratégicas.

En un informe previo, el Laboratorio de Economía de la Educación (2021), advertía que una de las principales limitaciones para analizar las comunidades científicas en Colombia era la falta de datos actualizados. En ese momento, señala que la información disponible sobre producción científica en el país dependía en gran medida de las convocatorias esporádicas de Minciencias11, lo que dificultaba el seguimiento continuo de la participación de las mujeres en investigación. Contar con datos sistemáticos y actualizados, subraya el informe, permitiría fundamentar políticas públicas más efectivas para reducir las desigualdades en la ciencia y promover una mayor equidad en la investigación.


  1. Para Haraway (1988) el conocimiento científico no es un relato neutral de la realidad, sino una práctica retórica y situada, donde la objetividad se construye como una forma de poder. Desde esta perspectiva, la ciencia implica la producción de artefactos y hechos a través de actores que participan en un juego interpretativo. La verdad científica, por lo tanto, no es una representación transparente, sino una construcción que configura el mundo en objetos verosímiles.

  2. De acuerdo con Stengers y Prigogine (2004), la ciencia moderna tiene implicaciones dualistas, "para la ciencia de Laplace, que sigue siendo en muchos aspectos nuestra ciencia, una descripción es tanto más objetiva cuanto más elimina al observador, cuanto más se realiza desde un punto de vista exterior al mundo".

  3. Esto requiere un cuidado especial para no profundizar un enfoque binario que configura en los cuerpos e identidades expectativas socioculturales rígidas y naturalizadas. En este sentido, aunque las herramientas cuantitativas como la cienciometría son necesarias para el desarrollo del proyecto, en [estas, las categorías de género pueden simplificar o reforzar visiones reduccionistas]{.mark}. Como investigadora tengo el compromiso de problematizar estas categorías, especialmente en su dimensión teórica, sin asumir que la parte cuantitativa pueda superar completamente estas limitaciones. Esta reflexión se aborda de manera más profunda en la parte cualitativa de la investigación.

  4. Las emociones y los afectos, entendidos como una fuerza que atraviesa cuerpos y materialidades. Para Braidotti (2015), los afectos circulan entre cuerpos, tecnologías y saberes. Así, la producción científica no es fría ni neutral, sino que tiene la capacidad de afectar y ser afectada.

  5. Lucio-Arias (2010), propone que los cambios de paradigma en la ciencia pueden observarse como reorganizaciones, más que como rupturas totales. Cada nueva forma de producción, introduce una variación que puede reproducir o alterar el orden establecido, generando procesos de auto-organización dentro del campo. Desde esta perspectiva, el avance científico no es lineal, sino que implica una reflexividad constante porque se reordena trayectorias, referencias y estructuras previas en un movimiento que articula lo nuevo con lo heredado.

  6. Se piensa esto bajo el supuesto de que existe una ciencia influenciada por unos modos de proceder y unas tradiciones que han sido por lo general masculinizadas.

  7.  Se sostiene desde Latour (2001), que nunca nos distanciamos de nuestro mundo ni lo contemplamos como un espectáculo ajeno. En este sentido, no existe una separación absoluta entre sujeto y objeto, sino una relación de implicación mutua que define nuestra experiencia del mundo.

  8. Esta investigación no parte de una concepción esencialista de lo femenino ni de las mujeres, ni busca asociarlas con características como la emocionalidad o la subjetividad. Más bien, se interesa por cómo ciertas estructuras históricas, marcadas por relaciones de poder, permiten visibilizar dimensiones excluidas o desvalorizadas en la producción de conocimiento científico.

  9. Un elemento fundamental en la práctica científica es la infraestructura. Leigh Star (2002), propone analizar los sistemas de información científica como infraestructuras de comunicación complejas, subrayando su papel en la circulación, organización y sostenibilidad del conocimiento, así como en la configuración de las condiciones materiales y sociales del trabajo científico.

  10. A propósito del artículo de Pérez-Bustos (2019) "Mi tiempo ya no es mío: reflexiones encarnadas sobre la cienciometría".

  11. En el caso reciente, pasamos de la convocatoria 894 del 2021 a la 957 del 2024, la cual está siendo fuertemente cuestionada en el contexto científico por fallas "graves" en el algoritmo de medición de investigadores, de acuerdo al artículo del  El Espectador (2025)  (https://www.elespectador.com/ciencia/segun-minciencias-errores-en-la-convocatoria-957-serian-por-una-falla-tecnica/)."

Preguntas de investigación objetivos 

Cuando se estudian los temas de género y mujeres en el ámbito académico, suele hacerse desde un enfoque centrado en la productividad y los indicadores cuantitativos1. Sin embargo, quedan por explorar en profundidad aquellas dimensiones que subyacen a la productividad, como las subjetividades y los afectos que intervienen en la producción de conocimiento. Estas dimensiones han sido poco estudiadas de forma exhaustiva, especialmente en el contexto colombiano. A partir de esta preocupación, se formulan las siguientes preguntas y objetivos de investigación:

Preguntas de investigación, objetivos o hipótesis

¿De qué maneras las mujeres científicas participan la producción de conocimiento desde sus experiencias situadas, atravesadas por dimensiones subjetivas y afectivas en Colombia?

Objetivo general

Comprender cómo las experiencias situadas de mujeres científicas, atravesadas por dimensiones subjetivas y afectivas, se articulan con las estructuras académicas y modelan sus formas de relacionarse con la producción de conocimiento en el contexto colombiano.

Posible alternativa: Comprender cómo las experiencias situadas, subjetivas y emocionales de las mujeres científicas condicionan su participación en la producción de conocimiento en Colombia.

Objetivos específicos

  • Describir a partir de indicadores cienciométricos, cómo participan en la producción de conocimiento realizada por mujeres científicas en Colombia en el periodo 2020-2024.

  • Examinar cómo las experiencias situadas y las dimensiones afectivas de las mujeres científicas influyen en sus prácticas de investigación y en la construcción del conocimiento, a través de un análisis de sus vivencias en el contexto académico colombiano. (cómo las experiencia subjetivas de las mujeres en su experiencia en la producción de conocimiento científico)

  • Analizar la articulación entre las dimensiones estructurales y subjetivas de las prácticas científicas de las mujeres, con el fin de comprender cómo construyen sus experiencias en contextos atravesados por desigualdades de género, y cómo sus vivencias contribuyen a la transformación de la ciencia.

  • Explorar, a través de un proceso de investigación-creación, cómo los datos obtenidos sobre la representación de mujeres en el liderazgo académico y sus prácticas científicas afectan las dinámicas de producción de conocimiento en el contexto académico colombiano.

  • Participativo de creación cómo las evdencias en las asimetrías en la producción de conocimeinto realizados por muejres, cómo son percibidas y qué emciones configura.


  1. Para Fernández Rius (2012) la producción de conocimiento científico ha privilegiado históricamente lo cuantitativo: "En la producción de conocimientos científicos, se ha transitado también por caminos dicotómicos, donde lo cuantitativo, en tanto modo de hacer ciencia, ha sido legitimado, promovido e impuesto como lugar del saber, como el lugar de lo medible, demostrable, observable y, por tanto, de la verdad. Acá aparece también la universalización de un camino, la absolutización de una parte convertida en paradigma de la ciencia y del saber científico legitimado" (p. 89).

Propuesta metodológica

La propuesta metodológica del proyecto se orienta hacia un enfoque multimétodo (Bolivar, 2008). Desde esta perspectiva, la realidad se concibe como un tejido de eventos, interacciones y determinaciones que configuran el mundo de los fenómenos, lo que hace necesario involucrar enfoques transdisciplinarios y metodologías amplias. El objetivo es integrar perspectivas cualitativas y cuantitativas en favor de una visión dialéctica, sistémica y dinámica, que reconoce la realidad social como un contexto no lineal. Para Bolivar (2008), la investigación debe volver a cuestionar los debates históricos entre métodos cuantitativos y cualitativos, en tanto que la realidad social es dinámica y cambiante, y por ello debe ser abordada desde una mirada holística y sistémica.

Este mismo autor señala que, de manera reciente, se han retomado los enfoques cuantitativo y cualitativo de forma integral para abordar un mismo objeto de estudio. El uso de dos o más procedimientos de indagación otorga mayor flexibilidad a la investigación, permitiendo adaptarse mejor a las necesidades de comprensión y explicación de la realidad. De esta manera, se produce información tanto cuantificable como contextualizada desde la subjetividad. En el enfoque multimétodo, los distintos procedimientos se aplican sobre el mismo objeto de estudio y sus resultados se triangulan (Bolivar. 2008). Aunque los enfoques cualitativos y cuantitativos tienen diferencias profundas, son mutuamente comprensibles y complementarios, por lo que es importante diseñar distintas técnicas específica para cada tipo de datos.

Para la perspectiva cuantitativa se toma como base lo planteado por Neuman (2014), quien señala que este enfoque utiliza un lenguaje de variables y busca medir y probar fenómenos. El proyecto trabajará con la variable género, enfocándose en el atributo "mujer", para organizar los datos y construir descripciones sistémicas del mundo científico. Se utilizarán bases de datos de artículos científicos publicados entre 2020 y 2024 en revistas indexadas en el Web of Science, priorizando aquellos que cuenten con participación de autores o autoras afiliados a instituciones colombianas.
La identificación de género se apoyará en herramientas automatizadas como Genderize.io, lo que permitirá analizar diferencias de género en indicadores como la productividad promedio, la participación en redes de colaboración científica y el ejercicio de liderazgo académico.
Adicionalmente, se realizará un análisis de citaciones para evaluar la visibilidad de los artículos y se estudiarán las redes de colaboración construidas alrededor de los autores y autoras más productivos en distintas áreas del conocimiento. Finalmente, se cruzará esta información con registros nacionales de investigadores para explorar diferencias en actividades de investigación, docencia y gestión académica.

Desde el enfoque cualitativo, retomamos lo planteado por Neuman (2014) quien señala que esta perspectiva se basa en el interpretativismo o la ciencia crítica, utilizando un lenguaje centrado en casos, contextos y significados culturales. A diferencia del enfoque cuantitativo, cuyo interés es medir y probar relaciones entre variables, la perspectiva cualitativa se orienta a comprender en profundidad las dinámicas sociales, los procesos de construcción de significado y las experiencias situadas.

En este proyecto se explorarán los procesos sociales que atraviesan la producción científica en relación con la categoría de género. Para esta parte del estudio, se analizarán casos específicos de investigadoras identificadas como clave durante la fase cuantitativa. El análisis cualitativo buscará comprender la relación entre subjetividades, emociones y producción de conocimiento, destacando tanto experiencias individuales como colectivas.

Esta fase contempla la realización de grupos focales con mujeres que trabajan en áreas mixtas de conocimiento, con el fin de recoger sus experiencias y perspectivas. Posteriormente, se buscará vincular estas experiencias con algunas orientaciones específicas por área de conocimiento. La selección de los casos a estudiar será intencionada, considerando criterios como la productividad, la posición de liderazgo en redes de colaboración científica y la representación en distintas áreas científicas.

De este modo, el enfoque cualitativo complementará la perspectiva cuantitativa, permitiendo no solo describir patrones generales, sino también comprender en profundidad los procesos y significados que los sustentan.

Por otro lado se espera hacer un proceso de creación que según Cohen (2015) tiene como pricipio producir interacciones comunicativas que no solo se basan en la finalización del proceso sino que configura una parte integral de la investigación. La implicación para la metodología es que la creación en la investigación abre un camino siverso para realizar conocimiento que no es completamente cuantitativo o cualitativo, aunque puede incluir aspectos de ambos (Cohen 2015).

Para Loveless (2019) el foco principal de la investigación es avanzar sobre la práctica o dentro de la práctica. En este proyecto se pretende integrar un proceso de creación que permita mostrar los resultados de los enfoques cuantitativo y cualitativo, no con el objetivo de cerrar el trabajo investigativo en una pieza o producto final, sino de utilizar esta creación como un recurso para dinamizar las discusiones en los grupos focales y recoger más datos a partir de ellas. Además, el proyecto pretende visibilizar resultados que sirvan para discutir las formas dominantes de hacer investigación, los ejercicios burocráticos institucionales y la imposición de métricas para medir y evaluar la producción científica (Chapman y Sawchuk, 2015).

Referentes conceptuales

Pensar la ciencia desde el género

La relación entre la ciencia y el género ha sido ampliamente discutida tanto en estudios disciplinares como transdisciplinares. Más que una preocupación reciente, este vínculo se ha pensado desde la consolidación de la ciencia como institución moderna (Fox Keller, 2001)1. El género no constituye una variable añadida de forma posterior a su institucionalización; por el contrario, ha sido parte estructurante de los marcos epistemológicos, los métodos, las prácticas y las lógicas de legitimación y producción del conocimiento científico.

Con la intención de sostener una reflexividad como investigadora en este proyecto doctoral, propongo comenzar con una mirada crítica a las asociaciones que vinculan de forma directa el problema del género y la emocionalidad exclusivamente con las experiencias de las mujeres. Esta reflexión busca precisamente evitar caer en los esquemas binarios que cuestiono en la primera parte del documento. Reconocer que las subjetividades y los afectos forman parte de la experiencia de todos los sujetos involucrados en la práctica científica permite revisar con mayor conciencia las decisiones teóricas, metodológicas y poblacionales del proyecto.

En el marco de esta tensión, y reconociendo sus límites, mi investigación se sitúa en un lugar de enunciación específico: las experiencias subjetivas y emocionales en la producción de conocimiento de las mujeres científicas en Colombia. Aunque no se parte de la idea de que las subjetividades, y en particular las afectividades en la ciencia, sean un rasgo exclusivo de lo convencionalmente entendido como femenino, el interés está en reconocer que, si bien existen aportes significativos sobre estos temas, aún persisten vacíos por explorar. Este trabajo busca contribuir a esa discusión desde una perspectiva poco abordada: la articulación entre la cienciometría y una aproximación cualitativa centrada en las emociones epistémicas (Candiotto 2023). No se trata de contraponer mundos emocionales entre hombres y mujeres, ni de reforzar lecturas identitarias cerradas, sino de abrir un espacio crítico para atender cómo las científicas viven, narran y elaboran su experiencia en relación con la práctica y la producción de conocimiento.

En este marco, resulta primordial recuperar la reflexión de Fox Keller (2001): "si las mujeres se hacen, más que nacen, sin duda lo mismo les ocurre a los hombres. Y también a la ciencia" (p. 149). Esta afirmación abre la posibilidad de dirigir la mirada hacia la propia constitución de la ciencia como un proyecto históricamente situado, y al género como parte constitutiva de sus discusiones. En este sentido, invita a desnaturalizar los discursos que la presentan como neutral, objetiva o ajena a las marcas de género, y a reconocer que sus formas de producción de conocimiento también han estado atravesadas por matrices sociales y culturales que deben ser interrogadas. Como lo plantea Haraway (1988), la ciencia tradicional ha sostenido una idea de objetividad que excluye al cuerpo, la historia y las emociones, a partir de una retórica que encarna una producción de verdades que se presentan como objetivas invisibilizando las condiciones concretas en las que se produce el conocimiento.

Desde esta perspectiva, considero fundamental desarrollar una aproximación crítica al vínculo entre ciencia y género. En este proyecto, resulta central reconocer la constitución mutua entre ambas categorías: una relación que ha generado efectos materiales y simbólicos en los distintos sujetos que participan en la práctica científica. Desde una mirada sociotécnica, se han consolidado asociaciones que vinculan la objetividad2 con un desempeño científico masculinizado asociado a ideales de neutralidad o de verdad científica (Fernández Rius, 2012) 3. Esta configuración, además, se ha sostenido mediante la proyección de un escenario neutro, a pesar de que reproduce formas de identificación sexo-genérica, por ejemplo, a través del lenguaje y las metáforas que aún habitan en las expresiones cotidianas con las que describimos la ciencia4.

Frente a estas discusiones, vale la pena recuperar algunas preguntas que plantea Fernández Rius ( 2012) las cuales permiten tensionar los atributos que históricamente se han asociado a los sujetos de la ciencia, así como las formas en que estas características configuran y median el quehacer científico: "¿La presencia significativa de las mujeres en la ciencia, relativamente reciente, habrá traído consecuencias en los diseños, problemas, métodos y concepciones científicas? ¿Podría cambiar ello la noción de lo que es entendido como ciencia?" (Fernández Rius 2012).

Estas preguntas no solo abren la posibilidad de pensar en los cambios en las estructuras de participación, sino también en los sentidos que organizan la práctica científica. No es posible hablar de ciencia sin considerar a quienes la hacen ni a los contextos culturales, históricos y políticos que la atraviesan. Interrogar el lugar de las mujeres en la producción de saberes científicos permite también poner en cuestión los resultados mismos de la ciencia: los productos que se generan, las formas en que circulan y los significados que adquieren socialmente.

Como señala Fox Keller (2001), el problema de la relación entre ciencia y género no se reduce a la "ausencia relativa de las mujeres en la ciencia" (Fox Keller, 2001, p. 151). Se trata, más bien, de un problema del pensamiento científico mismo, que no se resuelve únicamente con la incorporación o formación de más mujeres académicas, aunque esto siga siendo una tarea necesaria.

La racionalidad científica, al configurarse como un modo de alcanzar una verdad universal y replicable, se ha sostenido en la exclusión sistemática de dimensiones como la emocionalidad y la subjetividad. El saber científico ha delineado fronteras sobre qué se considera conocimiento válido y qué queda fuera de los márgenes de la ciencia. De este modo, se han consolidado criterios de productividad, éxito y autoridad científica que, aún hoy, siguen condicionando las formas de hacer ciencia. No obstante, diversos autores han cuestionado esta exclusión al vincularse con el estudio de las emociones en el ámbito científico. Uno de ellos es Barbalet (2002), quien sugiere que, a pesar de la marginalización histórica, ciertas emociones son un aspecto esencial del trabajo científico.

Desde mi perspectiva, excluir el repertorio de las sensibilidades emocionales ha servido como un dispositivo ideológico que ha condicionado la posibilidad de imaginar y llevar a la práctica otras formas de producir conocimiento. Si la ciencia históricamente se articuló sobre una base excluyente, también es posible desmontar esas fronteras y construir una ciencia que incorpore la diversidad de experiencias, saberes y afectos, no como elementos marginales, sino como dimensiones sustanciales de su quehacer.

No hay ciencia sin emociones

Latour (2001) en La esperanza de Pandora, afirma que si "los estudios sobre ciencia han logrado algo (...) ha sido sin duda añadir realidad a la ciencia, no quitársela" (Latour, 2001, p. 15). Esta afirmación propone una ruptura con el racionalismo y sus certezas absolutas, y nos invita a explorar otros enfoques posibles. Uno de ellos es el concepto de práctica, que permite abrirnos a las diversas maneras de producir ciencia y los modos de proceder, de pensar, de habitar. Este giro implica un cambio fundamental en la forma de entender la relación científica: desplazar el foco de la ciencia como entidad abstracta hacia la investigación como proceso situado (Haraway, 1988). Estudiar las prácticas, el cómo se produce conocimiento, nos acerca a una comprensión más plural, concreta y encarnada del quehacer científico.

Para comprender las prácticas, quisiera remitirme a algunos postulados de De Certeau (1996), quien resalta el papel subversivo de las prácticas, o artes del hacer, frente a las normas impuestas por las instituciones científicas en este caso. Esto implica que quienes participan en la producción de conocimiento no solo reproducen los métodos, técnicas o rutinas institucionalizadas, sino que también las reinterpretan, las modifican y las ejercen desde el deseo. En este sentido, Barbalet (2002) aporta un ejemplo relevante al argumentar que la ciencia puede estar impulsada por la curiosidad, en una línea aristotélica, o por la utilidad del descubrimiento, según la perspectiva de Bacon. Desde esta mirada, las emociones, lejos de ser ajenas a la práctica científica, aparecen como motores fundamentales para procesos como la motivación. Aunque en apariencia quedan excluidas de los criterios de validación de resultados, siguen siendo centrales en las dinámicas cotidianas del quehacer científico. De hecho, esta exclusión es parte de la crítica a la productividad científica, especialmente en relación con prácticas como la publicación, donde lo que se valida no siempre representa todo lo que moviliza el trabajo científico.

Al situar la producción de conocimiento científico desde la perspectiva de las prácticas, se configura una noción de la ciencia como una construcción sociotécnica, regida por lógicas operativas específicas. En su búsqueda de objetividad, la ciencia ha requerido procesos de purificación: el uso de lenguajes cada vez más abstractos, la separación entre sujeto y objeto, y la exclusión sistemática del cuerpo. Estas operaciones buscan generar un marco estabilizador que, paradójicamente, es profundamente emocional, aunque se presente como producto exclusivo de la racionalización y la esquematización (Bauman y Briggs 1990). Estas epistemologías de la purificación ocultan que "las percepciones de las cosas cambian a través de la consciencia emocional" (Barbalet, 2002, p. 142). Así, podría afirmarse que el sistema sociotécnico de la ciencia desprecia, de manera naturalizada, el rol de las emociones, a pesar de que la estabilidad de sus prácticas se sostiene precisamente en aspectos emocionales como la confianza, la credibilidad y la verosimilitud.

Frente a esto, podríamos afirmar que la práctica científica está atravesada por múltiples motivaciones, muchas de las cuales son profundamente emocionales. Un ejemplo claro es el deseo de reconocimiento, que implica un fuerte compromiso afectivo, ya que conlleva la posibilidad de obtener ganancias tanto simbólicas como materiales. En este sentido, el trasfondo emocional opera como un medio donde se aprenden y se moldean impulsos, como el placer de la curiosidad, que moviliza gran parte del quehacer investigativo, aunque rara vez sea explicitado dentro de los discursos oficiales de la ciencia.

Candiotto (2019) afirma que las emociones tienen un significado especial en la producción de conocimiento. Diversos estudios revisados por esta autora han mostrado una preocupación particular por los roles que desempeñan las emociones y los estados afectivos en la vida científica, dimensiones que ella considera fundamentales para comprender el proceso investigativo en toda su complejidad. En esta línea, propone un giro que se movilice de una perspectiva emocional centrada en la filosofía moral, hacia una perspectiva epistemológica en relación con la ciencia. Como señala, "las emociones se entrometen en nuestro razonamiento" (Candiotto, 2019, p. 3), lo que implica que los comportamientos emocionales no solo inciden en los juicios morales, sino que también influyen, y a veces dificultan, la comprensión adecuada de los fenómenos de conocimiento.

Además, desde una perspectiva neurocientífica, se ha descubierto una funcionalidad especial en la interacción entre razón y emoción. Sin embargo, la epistemología de la ciencia sigue manteniendo una considerable distancia respecto a esta interacción. Como se menciona en Candiotto (2019) [citando a Hookway (2003),]{.mark} son pocos los teóricos que se atreven a reconocer el papel positivo de las emociones en la producción de conocimiento. Por el contrario, parece prevalecer la idea de que las emociones son negativas y que solo sirven para generar sesgos. Dado que la epistemología científica ha estado principalmente orientada a configurar los caminos hacia la verdad objetiva, las emociones han quedado excluidas de este proceso.

Otro punto clave en esta discusión es la comprensión de las emociones desde una dimensión social, particularmente en relación con el papel que desempeñan en las comunidades epistémicas. Esto implica reconocer el valor de la creencia, el trabajo colectivo y la construcción compartida del conocimiento. Candiotto (2019) señala "el papel que desempeñan los sujetos y las comunidades epistémicas en la agencia epistémica, discutiendo así el significado epistémico de sus estados afectivos en las prácticas de formación de creencias" (Candiotto, 2019, p. 6). En este sentido, los sujetos y comunidades epistémicas (como científicos, intelectuales o colectivos de investigación) no solo producen conocimiento, sino que lo hacen desde una posición activa: forman creencias, evalúan evidencias y razonan de manera situada. Analizar el papel que tienen las emociones o afectos en este proceso permite ampliar la noción de agencia epistémica, reconociendo que el conocer no es solo un acto racional, sino también afectivo y relacional. En esta línea, y retomando a De Certeau (1996), la actividad productiva siempre depende de un otro y se encuentra en constante tensión con él, lo que permite volver a situar la dimensión emocional dentro de las prácticas cotidianas de producción de conocimiento.

Las emociones hacen posible pensar también, pensar desde el cuerpo, desde el sentir y desde en estar afectado (Candiotto 2019). Para cerrar, quisiera insistir en que no se trata solo de hablar del mundo emocional entendido como una experiencia interior, sino del mundo afectivo en sentido amplio, es decir, de aquello que se configura en la interacción entre cuerpos, entornos, materialidades y sentidos. En este marco, resulta valioso el concepto de "estados afectivos" trabajado por Candiotto (2019), que incluye emociones, meta-emociones y estados de ánimo, y que desplaza el enfoque racionalista extremo que ha negado históricamente cualquier valor epistémico a las emociones. Las meta-emociones, por ejemplo, implican una capa reflexiva sobre nuestras propias emociones y la forma en que las valoramos, abriendo un espacio de conciencia afectiva que también informa el conocimiento. Desde allí, se hace posible afirmar que las emociones y los afectos no solo importan para la motivación, sino que cuentan para la labor epistémica misma. En este horizonte, se vuelve clave analizar la función que desempeñan los sentimientos corporales y afectivos en la agencia epistémica, evaluando no solo su relevancia en la producción de conocimiento, sino también explorándolos desde una perspectiva en primera persona, que permita cuestionar incluso la noción misma de sujeto del conocimiento.

Esta apertura hacia modos encarnados y relacionales de conocer complejiza la figura tradicional del investigador, pero también la de las propias emociones, incluso aquellas que han sido aceptadas y valoradas dentro del campo científico. Nos invita a imaginar otras formas de práctica científica, donde razón y afecto no se excluyen, sino que se articulan. En este marco, me interesa especialmente pensar en las emociones no virtuosas: aquellas que no encajan fácilmente en los ideales normativos del saber, que no producen serenidad, curiosidad desinteresada o goce racional. ¿Qué hacer con ellas frente a la ciencia? ¿Qué lugar podrían tener la rabia, la frustración, el miedo o el desencanto en la construcción de conocimiento? Quizá también ellas formen parte de una epistemología más honesta, más situada y más profundamente humana.


  1. Fox Keller (2001) argumenta que, para comprender el desarrollo científico y sociopolítico del siglo XVII, es necesario reconocer el entrelazamiento entre las ideologías sexo-genéricas y las representaciones de la naturaleza, en el contexto del proyecto de institucionalización de la ciencia moderna.

  2. Fernández Rius (2012) propone que "de acuerdo con la concepción tradicional o concepción heredada de la ciencia, esta es vista como una empresa autónoma, objetiva, neutral y basada en la aplicación de un código de racionalidad ajeno a cualquier tipo de interferencia externa." (84-85)

  3. Las pretensiones de objetividad, neutralidad y verdad científica, lejos de ser exclusivamente técnicas, operan también como construcciones políticas que configuran jerarquías de legitimación del conocimiento. En este trabajo se discuten críticamente estas dimensiones, reconociendo que exceden lo estrictamente científico y requieren ser abordadas desde vínculos conceptuales situados que permitan desnaturalizar su autoridad epistémica.

  4. Las metáforas que describen la práctica científica continúan reproduciendo imaginarios de género en el lenguaje cotidiano. La oposición entre ciencias "duras" y "blandas", por ejemplo, construye atribuciones de dureza, objetividad y racionalidad a lo masculino, mientras que lo blando se vincula con lo femenino, lo subjetivo y lo emocional. Como lo señala Fox Keller (2001): "Cuando apodamos 'duras' a las ciencias objetivas en tanto que opuestas a las ramas del conocimiento más blandas (es decir, más subjetivas), implícitamente estamos invocando una metáfora sexual en la que por supuesto 'dura' es masculino y 'blanda' es femenino. De forma general, los hechos son 'duros', los sentimientos 'blandos'. 'Feminización' se ha convertido en sinónimo de sentimentalización. Una mujer que piensa científica u objetivamente está pensando 'como un hombre'; a la inversa, el hombre que siga un razonamiento no racional, no científico, está argumentando 'como una mujer'" (p. 152).

Estado del arte

Productividad científica y género: desigualdades estructurales

La desigualdad en la productividad científica no es una cuestión individual, sino el reflejo de una estructura académica históricamente asimétrica. Desde hace décadas, distintas voces han señalado que las oportunidades para hacer ciencia están profundamente atravesadas por condiciones de género, así como por factores raciales, de clase y territoriales, que afectan el acceso, la permanencia y el reconocimiento de las trayectorias los científicos. Aunque esta investigación se centra en las mujeres científicas desde una perspectiva de género, en primera instancia, es importante reconocer que las dinámicas de exclusión en la academia también deben comprenderse desde una mirada interseccional. Tal como lo plantea Viveros (2004), estas formas de opresión estructural se configuran a partir de la confluencia de múltiples desigualdades que median las trayectorias en la práctica científica.

Fox Keller (2001) por ejemplo, ha sido una autora bastante citada en trabajos académicos desde hace varias décadas por reconocer que las ideas de objetividad, razón y neutralidad científica han estado modeladas por una subjetividad masculina, que ha sido naturalizada como universal. En esa misma línea, Fernández Rius (2012) analiza cómo la baja representación de mujeres en ciertas áreas del conocimiento y en cargos de liderazgo limita la diversidad de perspectivas en la producción científica y restringe los marcos desde los cuales se construyen sentidos sobre el mundo. La ciencia, lejos de ser un espacio neutro, reproduce lógicas de poder que excluyen ciertas formas de saber, ciertas voces y ciertos cuerpos.

En esta misma línea, investigaciones recientes muestran que sigue operando la llamada "ventaja acumulativa" acuñada por  Merton (1968), que funciona como un principio estructurador de la academia: quienes cuentan con redes, recursos, tiempo y reconocimiento publican más, acceden a mejores posiciones y continúan ampliando esa ventaja, mientras que otras trayectorias, como las de muchas mujeres investigadoras, a menudo quedan invisibilizadas o interrumpidas en el ámbito académico. Rajčan y Burns (2024), advierten que incluso pequeñas diferencias en productividad, aparentemente insignificantes, pueden ampliarse con el tiempo y convertirse en brechas estructurales. Esto no es una consecuencia de elecciones personales, sino el resultado de múltiples barreras como sesgos editoriales, una distribución desigual de las tareas académicas, docencia, gestión, extensión, una menor participación en redes de colaboración científica, y ambientes institucionales fríos, poco receptivos o incluso hostiles hacia las mujeres. (poner ibd)

Los estudios de Rajčan y Burns (2024), se basan en una amplia revisión de investigaciones previas (Bentley, 2012; Breuning & Sanders, 2007; Mayer & Rathmann, 2018; Sugimoto et al., 2013), que documentan cómo los hombres en la academia tienden a publicar más que sus colegas mujeres, especialmente en revistas de alto impacto. En el campo de la sociología, por ejemplo, se reconoce que las mujeres están subrepresentadas en los departamentos académicos de universidades pequeñas, y que aquellas con doctorado han asegurado haber recibido menos apoyo institucional para la publicación durante su formación (Wilder y Walters, 2020). Además, las investigadoras tienden a estar sobrerrepresentadas (carga mayor) en tareas administrativas y docentes, a ocupar empleos más inestables o a trabajar en especialidades con menor reconocimiento dentro del sistema científico.

A esto se le suma la persistente invisibilización de las mujeres en la producción de conocimiento. En Ramírez y Ruiz (2023), se destaca que las publicaciones científicas muestran que los hombres publican con mayor frecuencia y continuidad que las mujeres, perpetuando un patrón de exclusión que se vincula con la lógica de la productividad como medida de valor académico. Esta desigualdad no puede entenderse sin considerar las condiciones socioculturales extralaborales que moldean las trayectorias: la división desigual del trabajo de cuidados, los roles de género tradicionales, las brechas de edad, las diferencias geográficas y los sesgos editoriales que afectan tanto la publicación como la valoración de ciertos temas o enfoques.

El estudio de López-Aguirre y Farías (2022) permite una mirada situada al contexto colombiano. Aunque la participación de mujeres en publicaciones científicas ha crecido en las últimas décadas, la brecha de productividad también se ha ensanchado. Sus datos muestran que, incluso entre investigadoras con doctorado o en posiciones de investigación senior, la producción científica es menor en comparación con sus colegas hombres. Este hallazgo deja claro que no basta con acceder a la educación de posgrado ni con estar formalmente insertas en el sistema académico. Las trayectorias de las mujeres siguen atravesadas por obstáculos que no se resuelven únicamente con sistemas de mérito o mayor formación, sino que exigen transformar de fondo las estructuras que organizan la producción científica.

Efectos del contexto de los últimos 5 años en la productividad científica

La pandemia COVID-19 ha sido uno de los temas más trabajados en el campo científico en los últimos años. Producto de la revisión de literatura, se evidencia que si bien no introdujo nuevas desigualdades para las mujeres, sí profundizó en gran medida las existentes, volviéndolas más visibles (cada vez es más difícil cambiarlas -- no que sean invisibles). En el plano de la producción académica, desde los primeros meses de confinamiento comenzaron a circular estudios que alertaban sobre una caída preocupante en la participación de mujeres como autoras principales, especialmente en revistas de alto impacto y en áreas disciplinares tradicionalmente lideradas por hombres (como se cita en Flores Hernández (2022); Luna, 2020; Montes de Oca, 2020; Sáez, 2020).

Este preocupación no significó para diversos investigadores un dato sin importancia. Fue la evidencia de un problema profundo: la redistribución desigual del trabajo doméstico y de cuidados, que recayó de forma desproporcionada sobre las mujeres. Como señala Flores Hernández (2022) esta carga adicional afectó no solo los tiempos de escritura y publicación, sino también la permanencia de muchas investigadoras en el sistema académico y sus posibilidades reales de avanzar en sus carreras.

En ese contexto, mientras algunas personas, especialmente hombres, lograron sostenerse o incluso incrementar su producción académica, otras trayectorias quedaron relegadas, por la imposibilidad material de seguir participando con las mismas reglas. La literatura encontrada en este periodo, especialmente centrada en áreas de la salud, sugiere que no es sostenible continuar con los modelos de evaluación que premian únicamente la productividad medida en publicaciones. En este sentido, es importante repensar qué se entiende por mérito, impacto y trayectoria. Lo que permitió evidenciar la pandemia debe ser leído no como una coyuntura, sino como una realidad que puso en tensión los mecanismos estructurales de exclusión que todavía sostienen a la academia.

Perspectivas latinoamericanas y los efectos de los modelos de medición

El análisis de la producción científica ha estado históricamente atravesado por modelos de evaluación y métricas que no siempre logran reflejar la complejidad y diversidad de la producción académica, especialmente en contextos como el latinoamericano. Buena parte de los estudios sobre brechas de género en la ciencia han adoptado enfoques cuantitativos que privilegian indicadores como el número de publicaciones o el índice de impacto de las revistas, sin atender a las condiciones estructurales que condicionan esas cifras.

Flores Hernández (2022) argumenta que esta lógica de evaluación responde a un modelo neoliberal que privilegia la cantidad de publicaciones sobre la calidad y que, lejos de reducir las desigualdades, tiende a profundizarlas. En su análisis, destaca que el incremento en la participación de mujeres en la academia no necesariamente se traduce en mejores condiciones de acceso ni en una mayor igualdad para producir conocimiento. Por el contrario, los datos actuales siguen sin reconocer muchas de las formas en que las mujeres contribuyen a la investigación, especialmente cuando esas contribuciones no encajan con los parámetros hegemónicos de productividad.

Desde las ciencias sociales y humanas, estas formas de medición son objeto de crítica por reducir la calidad de la producción a métricas cuantitativas que desconocen experiencias, metodologías y epistemologías propias del Sur Global (se concentran en solo un tipo de productos que no son los más frecuentes para ciertas áreas, como por ejemplo ciencias sociales). Como lo señalan López-Aguirre y Farías, 2022), citando a Harding, Pérez-Bustos y Fernández-Pinto (2019), prácticas como el activismo político feminista, investigar otras ontologías o formas no institucionalizadas de producción de conocimiento deben ser integradas en las discusiones sobre evaluación científica, ya que aportan miradas fundamentales para entender las dinámicas de género, poder y conocimiento en América Latina.

A su vez, estudios como los Ramírez y Ruiz (2023) y López-Aguirre y Farías, (2022) subrayan que los sistemas de evaluación científica continúan favoreciendo a las instituciones y disciplinas dominadas por hombres, perpetuando así la invisibilidad de muchas mujeres académicas. Esta crítica exige cuestionar no solo las herramientas de evaluación, sino también las jerarquías del saber que ubican a ciertas disciplinas por encima de otras, en donde, además, estas últimas coinciden con una mayor presencia de mujeres. Pensar la brecha de género en la ciencia, entonces, requiere incorporar una mirada crítica que reconozca las especificidades del contexto latinoamericano. Esto implica valorar otras formas de producción, revisar los sistemas de evaluación vigentes y replantear los criterios de éxito impuestos desde modelos que no siempre dialogan con nuestras realidades académicas.

Afectividad, emociones epistémicas y producción del conocimiento

De acuerdo con Candiotto (2023), los estudios sobre las emociones y la producción del conocimiento han cobrado mayor fuerza en los últimos 30 años. Estas reflexiones han cuestionado, en particular, la separación tradicional entre razón y afectos en la producción de conocimiento, una división estrechamente vinculada a los discursos de la ciencia moderna. No obstante, a pesar de los avances teóricos, especialmente desde la filosofía, persisten vacíos significativos en torno al papel de las emociones en los procesos científicos.

Las investigaciones que exploran cómo las emociones influyen directamente en las prácticas epistémicas siguen siendo escasas. En la revisión del estado del arte solo se identificaron el artículo de Candiotto (2023) y el libro editado por esta misma autora (Candiotto, 2019), donde los estudios se centran, en su mayoría, en enfoques teóricos más que en análisis empíricos sobre cómo se despliegan las emociones en contextos científicos concretos. En estos entornos, las emociones suelen ser marginadas, consideradas irrelevantes o reducidas a experiencias individuales dentro de los procesos de validación del conocimiento.

En este contexto, el trabajo de la autora resulta fundamental, ya que proporciona una base teórica robusta sobre las emociones epistémicas, desde distintas tradiciones de pensamiento, destacando su rol esencial en la construcción de conocimiento. El amplio recuento que desarrolla propone una postura crítica a la concepción de que las emociones son una amenaza para la objetividad científica, argumentando en cambio que las emociones son constitutivas del pensamiento epistémico, al estar involucradas en la evaluación, la interpretación, la motivación y la producción misma del saber. Las emociones, como la curiosidad, la sorpresa o la frustración, no solo impulsan la investigación, sino que también guían la percepción y comprensión del mundo, contribuyendo a los procesos de descubrimiento y validación en la ciencia.

Al situar las emociones en el centro de la epistemología, se abre nuevas posibilidades para comprender el conocimiento como un proceso dinámico, que no puede ser reducido a un ejercicio puramente cognitivo. El enfoque de la epistemología situada, que además dialoga con la teoría de Haraway (1988), a mi criterio, y de las emociones corporizadas, que me parece que es de los conceptos más potentes de este trabajo, invita a repensar las relaciones entre los sujetos, las emociones y el conocimiento. Además, al integrar la dimensión social y contextual en donde se pone de manifiesto que las emociones no solo son individuales, sino que están profundamente imbricadas con las estructuras de poder, las relaciones sociales y las dinámicas culturales presentes en el entorno científico.

A pesar de la profunda contribución teórica de Candiotto (2023), aún se necesita avanzar hacia una producción empírica más extensa que no solo teorice sobre las emociones en la ciencia, sino que también documente cómo se manifiestan en los espacios concretos de trabajo académico y científico. Aquí es donde mi enfoque busca aportar una nueva perspectiva, introduciendo herramientas metodológicas que integren lo cuantitativo y lo cualitativo, con el fin de explorar cómo las emociones y las afectividades inciden en la producción de conocimiento, se negocian, chocan y son gestionadas dentro de las prácticas científicas cotidianas de las mujeres en Colombia.

En resumen, mientras lo encontrado para el estado del arte ha sido crucial para redefinir el rol de las emociones en la epistemología, es necesario seguir avanzando en la producción empírica para documentar cómo se configuran y gestionan las emociones en los contextos científicos reales. Mi propuesta busca enriquecer este campo, no solo con un análisis teórico, sino con herramientas metodológicas que permitan estudiar las [subjetividades]{.mark} en la práctica, integrando las perspectivas sociales, culturales y afectivas en la construcción del conocimiento.

Enfoques metodológicos y vacíos disciplinares

El estudio de la desigualdad de género en la ciencia ha estado marcado por ciertos patrones metodológicos y disciplinares que han delimitado tanto los enfoques posibles como los tipos de evidencia considerados válidos. En su mayoría, los estudios han privilegiado metodologías cuantitativas centradas en indicadores de productividad (publicaciones, citas, financiamiento) que, si bien permiten hacer visible la magnitud de las brechas de género, tienden a omitir dimensiones relacionales, afectivas y contextuales fundamentales para comprender dichas desigualdades en profundidad.

Por ejemplo, Rajčan y Burns (2024) examinan la productividad de estudiantes de doctorado en sociología en universidades australianas, encontrando que el género tiene un efecto poco significativo en el número de publicaciones o en la aparición en revistas de alto impacto. Sin embargo, advierten que estos resultados no son concluyentes y que otras formas de desigualdad como el acceso a redes de colaboración, financiamiento o posiciones de liderazgo, pueden no ser capturadas por este tipo de métricas. Este es, además, el único estudio identificado en ciencias sociales y humanas dentro de la revisión, lo que evidencia una importante laguna en la investigación sobre el tema desde estas disciplinas.

Desde esta perspectiva, se ha señalado un vacío importante en el uso de enfoques cualitativos que permitan explorar experiencias, trayectorias, redes de apoyo o exclusión, y procesos subjetivos vinculados al hacer científico. Estos enfoques no solo abren nuevas preguntas, sino que cuestionan el tipo de conocimiento que se ha producido como legítimo dentro del campo, y cómo esa legitimidad misma reproduce jerarquías epistémicas.

Asimismo, la producción académica sobre este tema ha estado concentrada en ciertas disciplinas (como la sociología o los estudios de género), mientras que otras áreas del conocimiento han permanecido relativamente ajenas o han abordado el problema desde marcos conceptuales más restrictivos. Esta distribución desigual evidencia una fragmentación en el campo, que impide una comprensión más transversal e interdisciplinaria del fenómeno.

Finalmente, algunas autoras han propuesto la necesidad de metodologías situadas, interseccionales y participativas que no solo recojan datos, sino que también permitan transformar las relaciones de poder que atraviesan la producción científica. De este modo, se plantea un giro metodológico que no se limita a mirar la ciencia desde fuera, sino que busca intervenir en su interior, abriendo posibilidades para imaginar otras formas de habitar y hacer academia.

Consideraciones éticas del proyecto de investigación

Teniendo en cuenta que el enfoque del proyecto está centrado en las experiencias subjetivas y afectivas de las mujeres científicas, la investigación requiere una atención ética especial. En primer lugar, se debe garantizar el consentimiento informado, asegurando que las participantes comprendan claramente los objetivos del estudio, el uso de los datos y su derecho a retirarse en cualquier momento. Asimismo, se priorizará la confidencialidad y el respeto por las narrativas compartidas, considerando que muchas de las experiencias pueden involucrar tensiones personales, profesionales o institucionales, por lo que será importante realizar una anonimización de la información. El enfoque sensible y situado también exige que el análisis no instrumentalice las voces de las participantes, sino que contribuya a visibilizar sus experiencias desde una postura de reconocimiento y no de explotación académica.

Finalmente, el carácter reflexivo de la investigación invita a que mi postura como investigadora también se mantenga en constante cuestionamiento y reflexividad, reconociendo mis propias implicaciones en el proceso de producción de conocimiento y evitando reforzar las lógicas hegemónicas que se propone interrogar.

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